jueves, 8 de junio de 2023

Nado en la Isla San José, Baja California Sur

 

Nado en la Isla San José, Baja California Sur

Hay un campamento en La Paz, ¿quieres ir? Me preguntó mi amiga Gaby. ¡Pero por supuesto que quiero ir! Todavía no sabía ni de que se trataba y yo ya había aceptado.

Ivette, Alex, Manuel, Chris, Gaby, Yo, Karla
Todos excelentes nadadores y ahora mis amigos.



Este evento no era una competencia, sólo era un nado recreativo de 7 kilómetros, ya sé, ni tan recreativo. Había que volar a la Paz, de ahí viajar a San Evaristo y ahí tomar una lancha a la Isla San José. Desde la Paz hasta San José nos tomó llegar 6 horas, con sus respectivos recesos para ir al baño y comer.




Impresionante el camino a San Evaristo. Todo el camino es literalmente internarse en el desierto, pero con vista al mar.

San Evaristo no es poca cosa.  Es una pacífica bahía en dónde se respira paz, hospitalidad y amistad.



En San José ya estaba montado nuestro campamento, nuestro hotel cinco mil estrellas, bromeamos. Nuestras siete casitas de campaña color naranja que estaban dispuestas en la arena cerca del mar.




La habitación del hotel más lujoso no se compara con dormir a un lado del mar. En donde se ven las estrellas y a una la arrulla el mar.

Del nado lo que yo les pueda contar no le hará justicia a lo que mis ojos vieron y no quiero sonar tan repetitiva de que todo fuer hermoso, pero lo fue, así que sólo les daré una descripción rápida.



El día del nado fuimos en lancha hasta el punto de partida. Donde fuimos recibidos por muchos delfines. Saltaban fuera del agua y jugaban entre ellos. Nuestro Kayakista, Osmar, después nos dijo que al ir nosotros nadando a 10 metros de distancia de nosotros también nadaron los delfines.




 ¡Todos al agua! Gritó nuestro capitán Pepe. ¡A la cuenta de 3! ¡A nadar!  Y de repente, es como una revelación. Es increíble ver el lecho marino. Una gran cantidad de peces. No conozco sus nombres, pero eran de todos los colores y de todas las formas. Siempre, durante todo el nado vi y aprecié la vida de ese hermoso mar, incluidas rayitas, corales de diferentes formas, colores y por supuesto las aguamalas. Ellas nos acompañaron todo el camino.


Todo el camino sufrimos los piquetes de esos animalitos que en el agua no se ven. Pero si se sienten. Yo pensé “Si este es el precio que tengo que pagar por nadar en este mar, pues me toca pagar”.




Nadamos por la costa de la Isla admirando por un lado sus formaciones rocosas que cambiaban de forma y de color. Del otro lado teníamos el sol haciendo que el mar tomara un color verde claro y bajo nosotros un gran, gran acuario. Las aves también eran parte de este nado, porque las veíamos volando al nadar, o posadas en las rocas. Aves del desierto y aves del mar, compartiendo en armonía el mismo lugar.








Una lancha y un kayak estaban ahí para cuidarnos a 7 personas. Nadamos hasta llegar de nuevo a nuestro campamento, hubo quienes nadaron todavía más kilómetros. Yo llegué a enjuagarme y ponerme arena caliente, es lo que dicen que funciona cuando te pican estos animalitos. 

Esa noche tuvimos una amena velada, vimos la vía láctea y la bioluminiscencia del mar.


Este sin duda ha sido el mejor nado hasta el día de hoy. Dicen que las cicatrices cuentan una historia, pues, las cicatrices que me dejan estas aguamalas es una historia de lo más hermosa.



Las fotitos están puestas en desorden a propósito y sin pie de foto para que cada quien le de el título y la explicación que quiera, de cualquier forma todo fue muy lindo.
Gracias Gaby, gracias Pepe, gracias a todos, vuélvanme a invitar. 





viernes, 28 de octubre de 2022

Por Ellas 2022 La Paz, BCS

Por ellas 2022

Medalla de finalista

En La Paz parece que todos son deportistas, corren nadan y ruedan un montón de personas por todo el malecón todo el día. Al parecer no les importa el sol del mediodía ni el agua helada de los meses de invierno. Tienen una agenda deportiva impresionante, pero dentro de todos los eventos, destaca uno para aguas abiertas. El evento se llama “Por ellas”. Es un evento de aguas abiertas en dónde se recaudan fondos para una asociación que ayuda a personas que viven con cáncer. Hay distancias de 3 y 5 kilómetros, pero también existe la distancia de ¡35 km! Ya sea en individual o en relevos. Cualquiera de las dos maneras es impresionante.
Antes de salir. Risa nerviosa



Yo humildemente iba por los 5k. Mi salida fue de la bahía de Pichilingue. Una bahía de aguas cristalinas, hermosos corales y pececitos de colores. Bueno, habitualmente, porque ese día no estuvo así. Teníamos algo de viento, pero también teníamos unas condiciones fuera de lo habitual para las corrientes del mar. Eran corrientes que no se habían presentado en todos los años que se ha llevado a cabo el evento y pues ni modo, así toco.







Salimos todos juntos al disparo de salida. Por todos juntos me refiero a hombres y mujeres en las distancias de 3 y 5 km. Salimos con la corriente en contra, yo podía ver como la corriente jalaba a los competidores hacia un lado y también podía darme cuenta de la corriente por mi boya. Mi boya iba por todos lados menos en su lugar, que debería de ser atrás. Bueno llegó a ser tan estorbosa mi boya y me harté tanto de ella, que terminé por sacarle el aire, para que pesara más y no anduviera rebotando por todos lados.








Las fieras también nadan. Mi equipo


Pichilingue es una pequeña bahía, por lo que nuestro primer punto de referencia fue la entrada de la bahía. Ahí donde comenzaba teníamos que dar vuelta a la derecha. Inmediatamente al salir de la bahía vimos que teníamos unas olas muy grandes y corrientes muy fuertes. En ese momento agradecí el medicamento contra el mareo que me había tomado antes de salir. Sin el medicamento no se qué sería de mí. Bueno, los peces serían los más felices.





Inspiración 





Seguí nadando en ese mar que tiene unos arrecifes muy lindos. Llenos de peces de colores y llenos de vida marina. Preciosos. Cuando pasaba nadando por encima de los arrecifes podía ver peces de todos los colores y de todos los tamaños. Ellos en sus propios asuntos. Yo en el mío de tratar de nadar. ¡Por fin! A lo lejos pude ver una boya y sabía que hacia allá tenía que nadar. El mar me llevaba a donde quería y yo tenía que ir hacia la boya.  Después de no sé cuánto rato, pasé la primera boya. Seguí nadando. Veía un montón de puntitos naranjas de mis compañeras y compañeros que nadaban en frente y por ellos me orientaba. A lo lejos pude ver la segunda boya. Pero no me parecía que hubiera recorrido tanta distancia y pensé, ¿será la boya de los 3k?  Antes de llegar a la boya le pregunto a una kayakista  -¿Esta es la boya de los 3k? -¡No! Es la de 5 k. -¡Que padre! Pensé para mis adentros. Ahora si ya voy de regreso. Eso, el pensar que ya recorrí más de la mitad, no saben cómo me alienta. La corriente seguía igual de fuerte. Yo creo que avanzaba y la ola me recorría para atrás y para los lados y yo era un trapo en el mar. Pero seguí nadando.



En una parada que hice para hidratarme y orientarme escucho mi nombre ¡Leslie!  Era Carmiña, entre tanto, tanto mar nos fuimos a encontrar ahí.  En medio del mar de Cortés. ¿Qué probabilidades tenía de encontrar a alguien conocido ahí? Pues no muchas la verdad, pero que gusto sentí de verla, nos saludamos y decidimos regresar juntas. El regreso igual de ajetreado, pero igual de bonito, incluyendo lo que parecía un cementerio de peces. Los esqueletos de peces ahí tumbados en la arena, como si fuera su solemne lugar de último descanso.
Lo que me marca mi reloj.






 La mención especial para las kayakistas que en la oportunidad que tuvieron nos echaban porras, ánimos y buena vibra. Después me enteré de que tumbaron a un kayakista y no sabía nadar, espero que no se desanime y regrese.


Kayakistas siendo hermosos y cuidando de nosotros nadadores.








Meta, fotos, abrazos, celebración, hidratación, más hidratación y hambre, mucha hambre. ¡Vámonos a comer y festejar!

jueves, 7 de abril de 2022

EL IMPONENTE CAÑÓN DEL SUMIDERO EN 2022

EL IMPONENTE CAÑÓN DEL SUMIDERO EN 2022

 







 El cañón tiene todo un protocolo para nadar en él. Hay que nadar 2 eventos de 5k para poder nadar el de 10k. Yo ya había nadado los dos eventos de 5k correspondientes y un primer 10k, pero después del intento fallido de los 10k en Cozumel en el Oceanman, decidí regresar a nadar 5k de nuevo. Dos motivos fueron los que me llevaron a tomar esa decisión. La primera es que no tenía el entrenamiento adecuado para nadar los 10k y el segundo que ahora me acompañaban mis hijos porque quería que conocieran las bellezas de Chiapas y sentía necesario tener toda la energía para turistear.


Este nado coincidió con la fecha del día internacional del autismo. Mi sobrino a quien quiero mucho está dentro del espectro. Así que en lugar de participar en la marcha del 2 de abril que muchas personas hacen. Para mí fue nadar ese día con toda la intención de concientizar sobre el autismo. El azul es el color del autismo así que mi traje de baño lo escogí de ese color.

El autismo es una condición que abarca todo un gran espectro desde el asperger hasta el autismo. Es por eso, por lo que se llama trastorno del espectro autista TEA. Hay diferentes grados en los que puede manifestarse. En un lado del espectro están las personas Asperger que en la mayoría de los casos la dificultad se encuentra en el área social, usualmente presentan dificultades para conectar socialmente con las personas de su alrededor. Del otro extremo del espectro se encuentra el autismo severo. Las personas con dificultades mayores en el terreno social, del habla y una hipersensibilidad. Dentro de estos dos extremos podemos encontrar una amplia variedad de situaciones muy particulares. Seamos empáticos cuando los encontremos. Seamos incluyentes y apoyemos a sus cuidadores.

Dicho esto, les cuento a lo que nos enfrentamos para estar ahí. Originalmente nuestro vuelo llegaba a Tuxtla a las 3 de la tarde. Pero, si quieres hacer reír a Dios (y a Volaris), cuéntale tus planes. Pues llegamos a Tuxtla 8:30 de la noche y nos dimos cuenta de que no teníamos transportación al evento. A esa hora pudimos conseguir, por nuestra cuenta la transportación. Ya una vez resuelto lo del transporte, faltaba registrar el ingreso en el hotel, cenar nuestros sagrados alimentos y prepararnos para el día siguiente para salir a las 6 de la mañana.

Salimos puntualitas al embarcadero de Chicoasén, ya estando ahí comienzan los nervios, las trescientas idas al baño, que si hay que comer algo, hidratarse bien, pero no tanto para no tener que ir tanto al baño y prepararse para salir. Cuando llegamos ya habían salido las lanchas que llevan a los nadadores que nadan 10 y 15k. Ya seguíamos todos los que nadábamos los 5k. Nos encontramos con amigos y amigas de otros lugares y de otros tiempos, pero siempre presentes en el cora. Es un gusto estar en los eventos por estos reencuentros.

A las lanchas nos subimos después de hacer una fila que parecía que no se movía nunca. Aprovecho para mentalmente pedir permiso al río para nadar en sus aguas. Este es mi ritual. El pedir permiso para entrar y nadar. Las lanchas nos llevan 5 kilómetros adentro, ahí nos tira y luego nadamos de nuevo a la orilla. Lo primero que noto es que había muchos troncos, más que en ocasiones anteriores. Me gustaría decir que sólo había troncos, pero, la verdad es que también había mucha basura. ¡Hasta chanclas había! Pero prefiero ya no hablar sobre eso, sólo decir que tenemos que tratar con más respeto a nuestros cuerpos de agua.

Llegamos en lanchas a la marca de 5k. Nos tiran de las lanchas (es un decir, porque nosotros nos lanzamos, nadie nos tira). Y forman dentro del agua una línea con nadadores y nadadoras de todas las categorías. Se ve bien bonito el cañón grande, imponente lleno de puntitos rosas y blancos. Las gorras rosas distinguen a las mujeres y las blancas a los varones. Yo siento el nervio de la anticipación de la salida. Después de la formación comienzan la cuenta regresiva 5, 4, 3, 2 y suena el pitido de la chicharra. Comienzo a nadar, pero con mi corazón latiendo a mil por hora, por la emoción y porque quiero que no me dejen tan atrás.

Desde el inicio me fijo un objetivo, mi objetivo personal va a ser el no detenerme o detenerme lo menos posible durante estos 5k. Pero también mi objetivo es disfrutar de los 5k. No es tan exigente la distancia y es bastante disfrutable. Mi objetivo también es recordar utilizar más las piernas y patalear más fuerte, para que valgan esos entrenos mortales en bici de montaña.

El agua del cañón no es fría y es muy ligera. Es de color verde oscuro y no puede verse más allá del largo de la mano. Eso hace muy agradable el nado. Al comenzar a nadar, nadamos entre las altísimas paredes del cañón, lo que nos permite, aparte de administrarnos nuestra dosis de humildad, nadar en la sombrita. Salir de esas dos enormes paredes se agradece porque significa que voy avanzando, pero ahora me encuentro con el sol brillando con toda su fuerza a mi derecha.

Ahí me encuentro toda diminuta nadando hacia la presa. Cuando de repente ¡zas! Siento un dolor terrible en mi mano, entre el dedo meñique y el anular. Sacudí mi mano lo más fuerte que pude y también nadé lo más rápido que pude pensando que podía encontrarme nuevamente con ese animalito.  En ese momento pensé que un animal me había mordido. Tal vez había sido un pez llamado por el reflejo de mi reloj, que por cierto no funcionó, o tal vez había sido mordida por alguna serpiente de mar. No sabía que había pasado, pero la mente siempre trata de encontrar significado a las cosas y yo trataba de entender que me acababa de pasar.  Yo seguí fiel a mi objetivo de no dejar de nadar. Sentía un gran dolor en mi mano y sentía como se iba hinchando y como se me dormían las puntas de los dedos. Iba muy atenta a lo que mi cuerpo sentía, hice el compromiso de no parar, pero sí pedir ayuda si sentía que la garganta se me cerrara. Ese iba a ser mi indicador.



Gracias al cielo eso no sucedió. Pero lo que si sucedió es que me dolió terrible no sólo durante el nado sino todo el siguiente día también, además de traer una mega hinchazón y comezón de día y de noche. Ya platicando acerca del incidente, me dijeron que pudo haber sido una abeja que llegó a tomar agua al río y yo me la llevé a bucear. Así me enseñó que los seres diminutos también son poderosos e importantes. Lo siento mucho abeja.

Toda mi atención, concentración y pensamiento se fue a monitorear mi mano. Me olvidé de todo por un buen tiempo y me concentré en observar que el dolor o lo adormecido no se recorriera a otras partes de mi cuerpo. Ya una vez que noté que iba a sobrevivir, que no tenía que pedir ayuda, ni subirme a la lancha ya pude volver a pensar en disfrutar el nado, en lo maravilloso que es nadar en un río muy profundo con paredes gigantescas a los lados y con personas conocidas y desconocidas que se vuelven tan cercanas y familiares al compartir este gusto por las aguas abiertas.


Ahí vengo llegando a la meta. Yeii
Bien feliz yo al recibir mi medalla

Con un recibimiento muy bonito de parte de mis compañeras

 

Mi equipo se llama Las fieras también nadan

 


Las Fieras también nadan presentes en el cañón

domingo, 15 de agosto de 2021

Oceanman después de la pandemia, o durante la pandemia.

El 2020 fue un año de pausa para mí en la natación. Por cuestiones personales decidí dejar de nadar y luego fue pandemia y pues ya saben el resto… Así que cuando regresé a nadar en 2021 necesitaba motivación para retomar la natación por lo que decidí inscribirme en el evento Oceanman para motivarme y retomar el nadar con regularidad. Que mejor escenario que Cozumel para regresar. En Cozumel está mi playa favorita de todas las que yo conozco.
Voy por todo, pensé, go big or go home, como dice el dicho gringo. Pues ya, estaba ahí, llegando a Chankanaab, con el nervio en la piel y con mi corazón queriendo salir por la boca. Escuchaba por los altavoces como daban 10 minutos para iniciar la prueba y yo todavía ni dejaba mis cosas en el guardaropa, ni me ponía la gorra, ni los goggles, mucho menos iba alcanzar a calentar. Hice todo eso lo más rápido que pude, incluyendo las fotitos para el fase, para después dirigirme al muelle. Alguien con un micrófono estaba dando las ultimas indicaciones de la ruta. No alcancé a escuchar nada. ¿Qué dijo? Pregunté. Las compañeras me explicaron rápidamente lo que había explicado; que seguir boyas amarillas de ida, dar vuelta en la verde y regresar por las naranjas, del otro extremo igual y la boya en forma de lápiz no cortarla. ¡Va! ¡Lo tenía! De todos modos, sé que siempre tendré a alguien frente de mi que me guíe.
¡Mujeres al agua! Gritaron. ¡Jesús de Veracruz! ¡Que nervios! Ahí vamos dentro del agua. Escucho la voz de alguien que dice: se siente la corriente, lo ignoré. ¡Ja!
En la entrada había una gran cantidad de peces pequeñitos y se alcanzaban a ver las rocas en el fondo, pero el agua ya era profunda porque yo no tocaba con los pies. Todavía seguía acomodando mi reloj para que midiera la distancia y al mismo tiempo tratando de llegar al punto de partida. Alguna de las mujeres dio unas breves palabras de ánimo, de admiración para nosotras mismas, por estar ahí queriendo nadar después de un año pausado. Cuando de repente, ¡Pum! Dan el disparo de salida y pues ya no hay marcha atrás, pienso. Ya, vengo a dar lo que tengo y a disfrutar el trayecto. Al inicio se veían algunos arrecifes con sus pececitos tratando de ignorarnos y seguir con sus vidas. Todo bellísimo. ¡Auch! Se empiezan a sentir los piquetitos de las aguamalas. Pero como siempre que me pican, trato de distraerme pensando otra cosa y evitar tocarme a toca costa.
 Así comenzó mi nado, apresurado, desorganizado y un poco caótico. Por mucho que haya practicado en alberca, el mar es completamente diferente. Se sentía la corriente, pero poco a poco fui tomando mi propio ritmo. El grupo compacto comenzó a alargarse y yo voy en la parte de atrás. Voy nadando y me doy cuenta que otra compañera y yo llevamos el mismo paso. Veníamos nadando juntas, sabiendo que tenemos alguien para acompañarnos en completo silencio. En el km 2.5 paramos en la lancha de hidratación. Nadas muy bonito, me dice. Gracias. Respondo yo toda chiveada. Eres mi ángel de la guardia, nunca había nadado aguas abiertas, sigue diciendo. Si quieres nos dividimos las boyas, le digo yo. Yo puedo ubicar en una y tu ubicar en la siguiente y así nos vamos. ¡Sale! Y así lo hicimos sin problemas hasta que…. llegamos a la boya verde. ¡Maldita boya verde! En la boya verde había que dar vuelta a la derecha y nadar hasta la boya naranja. Caramba, se sentía la corriente y no podíamos avanzar, era como nadar en un mismo punto. Pues tratamos de nadar hacia la boya naranja, pero ya no era igual que las otras, era mucho más difícil. Nadábamos, pero seguíamos en el mismo lugar. Por fin, después de muuuucho rato, llegamos a la boya naranja y misma historia. Nadábamos, nadábamos, pero no nos movíamos más que unos pocos metros y a veces hacia adentro a veces hacia afuera, pero muy poco hacia el frente. Toda la corriente venía de frente a nosotras. ¿Cuánto tiempo tendremos nadando?, me pregunté. No quería ver mi reloj. ¿Cuanta distancia habremos recorrido?, tampoco quería ver la distancia por el miedo a que eso me desanimara. Tenía claro que la corriente era fuerte y en contra, pero quería mantener la calma. Pues tu síguele nadando, me decía, en algún momento tendrás que llegar.
Veía que mis compañeras que de ida me habían tomado ventaja, de regreso se estaban quedando atrás, ya había pasado a algunas y otras claramente podría decir que eventualmente las pasaría.
Tal vez no fue prudente, cruzó por mi mente. Tal vez fui muy ambiciosa. Dejar un año sin nadar y querer cubrir 10 km. Me iba cuestionando si había tomado una buena decisión. La verdad nunca pensé en corrientes así. Pues tu sigue Leslie, algún día tendrás que llegar. ¿O tienes algo más que hacer hoy? Me preguntaba.
 Ya habíamos pasado algunas cuantas boyas naranjas, pero no todas. Se veían en hilera, enfilándose a lo lejos. Según yo, ya iba tomando ritmo suficiente para avanzar o tal vez ya había pasado la corriente mas fuerte. Nunca lo sabré, porque en eso llegó la lancha que antes, en el km 2.5 nos había dado nuestro vasote de agua para hidratarnos. Fue entonces que nos dijeron que tenemos que subirnos a la lancha. ¡What! ¿Pero por qué? Preguntamos. Sintiendo enojo e indignación al mismo tiempo. Porque al ritmo que van no van a alcanzar a terminar la prueba y la marina va a abrir el tráfico marítimo. ¡Que! Mi sorpresa y me imagino que igual les pasó a mis compañeros. Venir desde tan lejos, entrenar un montón, para no poder terminar la prueba. Crisis interna. ¿En qué km estamos? Pregunté. En el 5to, me dijeron. ¡Uf! Ya habían pasado 3 horas. Si seguía al mismo ritmo tardaría por lo menos otras 3 horas en terminar. Estaban en lo cierto, no terminaría antes de las 4 horas y media que tenía. Mi compañera al igual que yo, tampoco se quería subir, pero el barco de la marina detrás de la lancha fue nuestro motivador mas grande para obedecer.
La lancha ya traía 6 nadadores que había recogido antes que nosotras. Verónica que así se llama mi compañera y yo éramos la número 7 y 8. Ya no cabían más nadadores porque aparte venía la voluntaria del avituallamiento y el capitán. Nos llevaron derechito al punto de salida. Bajamos de la lancha, pero yo me quedé ahí, parada, avergonzada, sin querer moverme. El público que sólo eran otros nadadores empezaron a gritar ¡no es justo, no es justo! Me imagino porque algunos que venían en la lancha tocaron el tapete de meta. Yo con toda la pena del mundo pasé por un ladito del arco de meta. Con la cabeza gacha y muy muy triste. Me dieron mi medallita que dudé por un momento en ponérmela, pero al final me la puse, pues mi dedicación, entrenamiento y esfuerzo la hacían valida.
 Mi naranja, un plátano y mi botellita chiquita de powerade, ese fue mi kit de recuperación. Poco a poco algunos nadadores fueron llegando a meta otros tantos llegaron en lancha.
Mi admiración, respeto a todas y todos los que nadaron y llegaron a meta siguiendo su ruta sin cortar camino. Fue una prueba dura, pero de todo se aprende y hoy me tocó aprender.

Pd. La canción que traje la mayor parte del camino fue la de "La tetera del mar" por aquí les dejo la canción. Digo, por si esa duda no les deja dormir. 
Gran experiencia. Posiblemente nos veamos en Cozumel en el futuro. 😁🏊‍♀️

miércoles, 3 de abril de 2019

Mis primeros 10 km en el Cañón del Sumidero

Mis primeros 10 km en el Cañón del Sumidero

Cañón del Sumidero Chiapas


Es momento de bajar de la lancha y subir al cayuco, el cayuco es una balsita pequeña y angosta que se balancea de lado a lado. Trato de mantener el equilibrio y con dificultad me siento de "cazuelita" en el suelo del cayuco.

- Buenos días me llamo Leslie, y tú ¿cómo te llamas?
- Adán, buenos días.
-Mucho gusto Adán, deja y te platico como va a ser mi hidratación.

Adán se llama mi cayuquero, y le platico de forma muy rápida como es que va a darme las botellas que llevo. El acomoda su cayuco en la línea de salida, porque ya llegó la hora del arranque. Es ahí donde enciendo mi reloj, pero no me doy cuenta de que el GPS no funciona, tal vez no funcionó por la altura de las paredes del cañón. Es momento de bajar ahora del cayuco. Me paro con mucho cuidado y veo el agua, pero no sé cómo bajarme. Lo que hago es aventarme de "bombita" a un espacio donde no hay ni cayucos ni competidores.


Adán es el capitán del Caracol. 

 La mayoría de los competidores son de la categoría juvenil quienes van a pelear por un lugar en la olimpiada nacional. Los masters, que es la categoría 30 y mayores, solo somos 7, 3 hombres y 4 mujeres. Ya abajo en el agua, solo veo a una compañera de mi categoría, nos deseamos la mejor de las suertes y suena el sonido del arranque.

 Recuerdo  la indicación que me dieron, de que diera oportunidad de que salgan los competidores de la categoría más joven para no confundir a mi cayuquero y fuera después a lado de alguien más, así que me espero un poquito y comienzo a nadar. La temperatura del agua es templada, contrario a lo que pareciera. A esa hora hay sombra en todo el cañón, no alcanzo a ver nada dentro del agua por la sombra y por el color del agua. El agua es de un color verde.  

Salimos de un lugar que se llama “La huella” porque en una de las paredes del cañón pareciera que se forma la huella de un animal. La altura máxima de las paredes del cañón es de 1 km y ver esas paredes tan altas desde el agua nadando me hacen sentir humilde, muy muy humilde. Desde el punto más alto, nos contaron el día anterior, que fue de ahí donde se aventaron los nativos del lugar al no dejarse someter. Eso da mucho sobre lo que pensar. ¿no habrán tenido otra alternativa? ¿que acaso no sobrepasaban en número a los extranjeros? ¿no era alternativa viajar juntos hacia otro lugar? No dejarse someter, pero tampoco acabar con su vida. No lo sé. Pero siento tristeza al pensar en la cantidad de personas que perdieron la vida ahí, de esa manera. 

Esta parte le llaman la Montaña y es la parte más alta del Cañón


Sigo nadando y mis compañeras y compañeros van adelantándome en la travesía, yo quedo al final de todos. Estoy acostumbrada a estar al final de todos y no me causa ninguna molestia, pero en esta ocasión comienzo a sentir miedo. Miedo de que pudiera encontrarme con alguno de los cocodrilos. Pero comienzo a hablar conmigo para calmarme, me digo a mí misma, que tengo un cayuquero con mucha más experiencia en el cañón que yo, y que, si existiera algún peligro, seguro el me avisaría. Al menos es lo que quiero pensar.

Sigo nadando, disfrutando del hermoso paisaje, hay muchos buitres volando en círculos en lo alto del cañón. Desde el fondo sólo se ven sus alas negras extendidas, volando por breves momentos. Hay garzas blancas que al parecer les gusta pararse en los tronquitos que flotan en el agua del cañón, la altivez que emanan al estar ahí paradas es impactante. Es como si dijeran "Yo aquí soy la reina".

Avanzo con suma dificultad al árbol de navidad que está a 2.5 kilómetros del punto de salida. Pareciera que voy nadando contracorriente. Se llama árbol de navidad porque en una de las paredes del cañón hay una cascada que ha formado con musgo petrificado la figura de un pino, de esos que ponemos en temporada navideña. Como es tiempo de sequía, no hay cascada, pero si se ve claramente la figura. Me parece increíble la cantidad de años que han pasado para lograr que el musgo se haga roca y pueda formar esa figura.
Árbol de Navidad

¡Por fin! logro pasar ese punto, las paredes siguen siendo impresionantes a la vista. Las paredes de roca altísimas, con huecos donde seguramente anidan las aves y en donde crecen plantas y árboles. Es un maravilloso espectáculo. Al fondo del cañón veo otros cayucos que irán acompañando a otros compañeros y una lancha que seguro va a la retaguardia de los nadadores de las otras distancias. 

Adán, el capitán del caracol, porque así se llama su cayuco, va remando a mi lado un poco atrás de mí, a veces a mi derecha a veces a mi izquierda él me va indicando cual es el camino mas recto, pero nunca me deja estar cerca de la pared y sospecho que es por razones de seguridad, pero no me atrevo a preguntarle, porque tampoco quiero escuchar su respuesta.

Comienzo a reconocer el camino al pasar la marca de los 5 kilómetros. Ya pasando esa marca ya siento menos pesadez, ya reconozco el lugar. Sé que estoy por salir de las paradas altas del cañón, así que intento apreciar toda la belleza a mi alrededor para poder recordar esta sensación de paz y llevarla para siempre conmigo. Como soy la última (en ese momento) solo estamos el cañón, Adán y yo. Mentalmente agradezco y continúo mi camino. La sombra hace tiempo que ya no me acompaña, ya es el sol de mi lado derecho y el caracol de mi lado izquierdo.

Como ya lo venía venir, terminan las paredes del cañón y con eso se ve a lo lejos la cortina de la presa. Ya sé que es la parte más difícil, difícil físicamente pero todavía más difícil mentalmente, porque pareciera que la distancia nunca se acorta y eso para mí es mentalmente desgastante. Nadar y nadar y sentir que no avanzo. Es momento de reunir toda la paciencia posible. Es aquí donde comienzo a pensar todo lo que pasé para vivir este momento. Tuve que cumplir el requisito de nadar dos años anteriores la distancia de 5km para poder nadar la distancia de 10 kilometros este año. Tuve que pasar por diferentes entrenadores para lograr este cometido. Hasta hubo quien de plano no quiso entrenarme. Agradezco a  todos ellos todas sus enseñanzas. Pero es momento de saborear este momento.

 Los dos años pasados tuve muy buenas travesías, pero el objetivo era poder adentrarme lo más que pudiera en el cañón y nadar los 10 km. Ahora sé que el próximo año aumentarán una distancia más: 15 kilómetros. Aunque para poder nadar esa distancia el requisito es nadar dos años la distancia de 10 kilómetros. Yo que pensaba ir y nadar en otros lugares. ¡Pues no! Con esto sigo felizmente atada al cañón por dos años más.

Ya en la parte final cansada e impaciente decido tirarme ombligo al cielo un rato para descansar un poco, ver el cielo sin una sola nube, sin paredes de roca, sin aves, solo el sol  y terminar lo mejor que pueda la travesía. Se que es la parte final por lo que, aunque Adán venga guiándome, mi orientación es más importante, por lo que fijo mi punto de referencia que es la meta y nado hacia él.

En este momento puedo notar que ya abrieron la navegación porque ya hay lanchas pasando. Cada que pasa una lancha me acerco lo mas que puedo a mi cayuco, también me da miedo que no me vean y se vayan a acercar demasiado. Una lancha de capitanía de puerto también se acerca a mí para preguntarme como estoy. ¡Todo bien! contesto y ellos se van. En ese momento ya soy la penúltima. Y supongo que van con el último a preguntarle lo mismo.

El último kilómetro puedo sentir como mis brazos van rozados por el traje de baño, mi espalda quemada por el sol, mis hombros cansados pero mi corazón está feliz. Ese es mi momento. ¡Lo hice!




La canción de Dido que venía flotando en mi mente durante todo el trayecto la canto mentalmente y me siento satisfecha.


I will go down with this ship
And I won't put my hands up and surrender
There will be no white flag above my door
I’m in love and allways will be.

Me hundiré con este barco
Y no voy a levantar mis manos y rendirme
No habrá bandera blanca encima de mi puerta
Estoy enamorada y siempre lo estaré.

Esta foto me la tomó una amiga mía metros antes de tocar la meta
Créditos de fotografía: Carmiña Ruiz

Ya habiendo tocado la meta.
Créditos de fotografía: Carmiña Ruiz
En tierra ser recibida por mi equipo es una sensación maravillosa
Ellas son mi equipo, de ellas aprendo todos los días.

Ellas son mi fuente de inspiración
Me voy con el corazón lleno y espero regresar en el 2020

jueves, 13 de diciembre de 2018

Gran Fondo de Aguas Abiertas Costalegre


Gran Fondo de Aguas Abiertas Costalegre




Barra de Navidad

La salida es desde el Malecón en Barra de Navidad. Son las 7:00 de la mañana y el cielo tiene tonos bellísimos que indican la Aurora. Desde el Malecón se alcanza a ver perfectamente el lugar hacia el cual nos dirigimos: la playa en Melaque.

Barra de Navidad
Las olas en Barra de Navidad son altas y fuertes.  Veo el mar y contemplo su fuerza, me pregunto ¿seré capaz de nadar en ese mar?


Amanecer en Barra de Navidad en la Laguna
Sé que mis fuerzas son minúsculas comparadas con las del mar. Yo pienso que el mar tiene que otorgarnos permiso para nadar en él. Mentalmente pido permiso para entrar.


Salida desde Barra de Navidad
Parada frente al mar pienso en la humildad. El mar me ubica en la realidad, a su lado no puedo sentirme grande, ni fuerte, ni importante. Pero si puedo sentirme conectada de alguna forma a él y definitivamente transformada por él.


Salida desde Barra de Navidad
Pienso que todo lo que llega a estar en el mar se transforma. Las rocas, cristales y conchas las llega a pulir hasta convertirlas en arena. De la misma forma me pule a mí, cada que nado en el mar.


Medalla del evento
El nadar en el mar es una experiencia que no importa las veces que la haga, siempre será diferente. Siempre habrá situaciones que yo no pueda controlar.
Y siempre, siempre de alguna manera me transformará.

En esta ocasión un elemento fuera de mi control fue el tamaño de las olas en el inicio. Yo nunca había nadado en olas de ese tamaño. Donde los surfistas disfrutaban y gozaban en sus tablas, pero que para mí como nadadora tiene una sensación completamente diferente.


Los organizadores del evento dieron salida para los hombres. Los hombres salieron y salieron bien. Ninguno levantó la mano. Ninguno se regresó. No que yo me diera cuenta.


Y algunos minutos después dieron la salida para las mujeres. Cuando salí ya tenía lista la estrategia. Salir donde no rompían tan fuerte las olas y deslizarme por abajo y si es que me topaba con alguna de frente. No hubo necesidad de deslizarme por abajo. Todo fluyó mejor de lo esperado. Las olas eran altas, pero por alguna razón no rompieron como se veían desde la playa.


Pasando ese primer tramo de olas grandes, ya no hubo olas. Ninguna. Corrientes si, fuertes, pero olas no. Lo único que había que hacer era llegar a la otra orilla. Las boyas que intentaban señalar el camino al parecer las había arrastrado la corriente y estaban un poco chuecas. Pero eso casi siempre pasa.


En las playas de Melaque después de la llegada
En el trayecto fui encontrándome con bancos de medusitas bebé. Tienen un color azul tornasol precioso y nunca nadan solas. Tienen esa dualidad. Son hermosas a la vista, pero dan mucho miedo. Miedo al dolor. Miedo a no saber en donde te van a rozar y en donde sentirás el próximo piquete.


Como éramos poquitos participantes nos extendimos a lo largo y a lo ancho, había tramos en los que no veía a ninguno, ni atrás ni adelante. Sabía que solo tenía que seguir.


Acercándome a la playa, empecé a distinguir a las personas paradas cerca de la meta y todo el personal de apoyo.


Siempre es de gran emoción lo que vivo al llegar a la meta, nadar y sentir que la distancia se acorta, imaginar que tan profundo estará el suelo, si las olas que rompen cerca de la playa serán muy fuertes. Todas esas cosas. Por fin puedo pararme y avanzar hacia la meta.


Gracias vida, gracias mar por permitirme entrar siendo una y dejarme salir siendo otra.











Equipo de León


domingo, 19 de agosto de 2018

Oceanman Cozumel 2018

Mi experiencia en Cozumel, en el evento Oceanman 2018






Mi esposo y mi hija en la zona de salida




Faltan 10 minutos para las 7:00 am y en el altavoz comienzan a llamar a todos los nadadores para los 10k. Alrededor de la zona de salida, que está en la playa, se encuentran todos los competidores con sus equipos y familiares haciendo los últimos ajustes y preparaciones. Se ven algunos untándose bloqueador, otros más ajustando sus boyas, rectificando sus gorras, etc. Abrazos y palabras de buena fortuna es lo único que se escucha cerca de la zona de salida. Cuando se acerca el momento de entrar al agua, en la zona de los competidores se siente la adrenalina al 100, pero también se sienten las oraciones elevadas por todos los familiares que esperan en la orilla y que lo único que hacen es desear que a sus competidores les vaya bien.
Suena el primer disparo. Sale la oleada varonil. Todos los varones de todas las categorías salen con mucha energía. Los veo salir con fuerza y rapidez hasta que solo se ven las boyas de colores que forman una fila que se va alargando. Como la cola de un cometa.
Dan el disparo de salida de las mujeres y es mi turno de entrar al agua, esa agua de color azul turquesa y salada como la que más.
En ahí que, después de tener el nervio a tope y la adrenalina al 100, en el momento de entrar al agua, lo único que logro sentir en mi cuerpo es mi corazón, mi corazón latiendo fuerte y rápido.
Pienso que al entrar al agua sería recomendable tratar de controlar mi respiración y encontrar un ritmo que me permita terminar los 10 kilómetros.  Así que me concentro en el fondo del mar, me concentro en la arena blanca y en esas onditas de arena que se forman en el lecho marino. No han pasado ni 500 metros cuando comienzo a ver un lecho marino tapizado de algas marinas. Los rayos del sol se filtran por el agua clara y hay zonas en las que se forman pequeños arcoíris en el lecho marino. ¿Podría haber algo más lindo que un arcoíris en el fondo del mar? Si, ¡muchos arcoíris en el fondo del mar!, hay zonas en donde no sé porque ni cómo es eso físicamente posible, pero hay zonas donde se pueden ver muchos arcoíris.

Eso es suficiente para calmar o distraer a cualquiera. Que es lo que a mí me sucede conforme sigo nadando. El grupo se ha dispersado lo suficiente, pero voy al lado de otras dos compañeras nadadoras.
Las boyas están colocadas a cada 400 metros de forma paralela a la isla. De modo que tenemos que nadar 5 km por la orilla de la isla y retornar nadando otros 5 km hasta llegar al punto de donde salimos. La visibilidad de las boyas es buena y como todas mis compañeras llevan también boyas pues se ven los puntitos de colores de frente y es imposible salir de ruta. A los lados hay guardavidas en motosky, kayaks y lanchas de motor. Así que puedo darme cuenta que la ruta es muy segura. Eso me da mucha tranquilidad.
Como me doy cuenta que no hay tanto problema con la ruta vuelvo a concentrarme en el fondo del mar. Voy como en el kilómetro dos cuando atravieso por el primer arrecife. ¡Wow! ¡Esto es bellísimo!, pienso. Me dan ganas de pararme y gritarles a todos los que están alrededor. ¡Por aquí, vengan a ver! Pero sé que no puedo hacer eso, porque no se escucha nada cuando se está nadando. Así que me dispongo a hacer lo único que puedo hacer, agarro todo el aire que puedo y nado de pecho sobre el arrecife para poder observarlo lo mejor que pueda. Los colores de los corales que van desde los marrones, verdes, y hasta morados, los colores de los peces, transparentes, blancos, amarillos, azules, de todos colores y ¡mira! Un pez que no había visto nunca con dos aletas. Una arriba y otra abajo que las mueve alternadamente y al nadar hace un movimiento chistoso. Pareciera que se equivocaron al ponerle las aletas. Es algo cómico.
A los 2 kilómetros y medio se encuentra la primera plataforma de hidratación.  Es una plataforma flotante donde están unos chicos con agua y gatorade para los nadadores. Me ofrecen gatorade y les digo que prefiero agua. Lo único que quiero es enjuagarme la boca, el agua es muy, muy salada y necesito enjuagarme la sal. Ya que me he enjuagado la boca ahora sí, pido gatorade, tomo lo más que puedo de un solo trago y veo que llega una de las chicas con las que me he acompañado en mi trayecto. Le pregunto que como está y con una sonrisa amplia me dice que bien. También le pregunto su nombre, es Adriana y es de Colombia. La espero a que se hidrate y volvemos al nado juntas.
Sigo maravillada con la vista del lecho marino, peces, algas, erizos, anémonas, ¡uy! Y peces, muchos peces, de todos tamaños y de todos colores.  Me doy cuenta que mi amigo el pez que tiene las aletas al revés es muy común por aquí, porque hay muchos de esos. Es en ese trayecto que veo una raya, pequeña y muy bonita que pasa por ahí sin importarle que vayamos nadando encima de ella. Solo pasa de largo.
 Yo sigo extasiada con toda esta vida marina y cuando creo que eso no se puede poner mejor, ¡zas! La primera estrella de mar. Ahí en el fondo, sola, de color amarillo, grande y viva. Bueno, casi quiero llorar de la emoción, pero conforme sigo nadando veo otra y luego otra y así sigue el camino. Muchas estrellas de mar y de ahí viene el nombre de esa parte de la isla a la que llaman “el cielo”, por la cantidad de estrellas de mar que ahí viven. Durante todo mi trayecto conté 49 estrellas de mar.
El agua que era azul ahora pareciera que es más clara, o tal vez sea la arena, no lo sé, pero la vista es hermosa. Y con ese azul cielo llegamos a la plataforma de hidratación de los 5 km. Donde está un señor con agua, gatorade y plátanos. Yomi, nunca me parecieron los plátanos tan suculentos como esa mordida que le di a uno. Después de toda la sal en mi lengua que ya está hinchada por la sal, el paladear el azúcar del plátano, es como sentir un gran alivio para mi lengua y claro para mi cuerpo también. Repito la rutina anterior de enjuagarme e hidratarme y espero a Adriana a que ella haga lo mismo. Ella se ve con una gran sonrisa y se ve que lo está disfrutando más que nadie.
Le doy un vistazo a mi reloj. Distancia dice 5273 metros y en tiempo marca 1:27. ¿Queeee? No puede ser verdad, pienso, es muy poco el tiempo. Si regresara estaría de vuelta en 3 horas. Ojalá, me digo, y salimos nadando el retorno Adriana y yo.
Las boyas de regreso están un poco más adentro del mar, pero igual son visibles y están colocadas cada 400 metros. Ya no se ven tantas nadadoras frente a nosotras, han tomado ventaja.
Inmediatamente me doy cuenta de porque mi reloj marcaba tan poco tiempo, venía con la corriente a favor y el regreso me tocaría con la corriente en contra. Esto de nadar contracorriente no me desanima, pero me doy cuenta de que voy a tardar un poco más.
El sol ahora me toca del lado contrario, pero más fuerte. Lo cual comienza a ser molesto, pero no tanto.
 ¡La segunda raya! Vuelve a pasar otra raya nadando al fondo del mar, disfrutando del día o al menos eso parece. El fondo del mar pareciera que está muy cerca, da la impresión de que, si me parara podría tocar el fondo, pero no es así, es el efecto de la claridad del agua, parece más cerca de lo que en realidad está.
Alrededor del kilómetro 7 ¡una tortugota! La veo y voy nadando tras de ella, quiero verla más de cerca y no me importa salirme de la ruta. La tortuga me voltea a ver, tampoco le importa y sigue a su mismo ritmo y en la misma dirección, siento como si hubiera visto a mi artista favorito y yo fuera su más ferviente fan. Quisiera hacerle saber mi admiración y respeto por existir, pero no hay forma que yo le pueda trasmitir a la tortuga lo que siento en ese momento.  Es ahí donde un jetsky me corta la inspiración y me frena, me dice que estoy saliendo de ruta y que tengo que nadar más en dirección a la playa. Les cuento que acabo de ver a una tortuga y que me volteó a ver, y ellos me cuentan que por ahí también hay tiburón ballena y otras especies más, pero que tengo que regresar a ruta.
Vuelvo a mi nado, obedeciendo las indicaciones y retomando la ruta marcada. En este punto es notable que acaban de ser las 10:00 am porque la marea cambia repentinamente, pero no es el mar, es que han dejado salir a las embarcaciones turísticas.  Y oportunamente es ahí cuando mi medicamento contra el mareo deja de funcionar. Empiezo a sentir cada ola, cada vaivén de la marea, fuerte y profundo. Empiezo a sentir la sal en mi boca y en mi nariz que arde. Veo la plataforma de hidratación a lo lejos y nado hacia ella. Me urge enjuagarme la boca. Y aunque ya la había visto no calculo la distancia y ¡zas! choco de cabeza con la plataforma. De forma inmediata las dos pantorrillas se me acalambran y solo puedo gritar y quejarme. El chico de la plataforma asustado me pregunta si estoy bien, y le respondo que sí, voy a estar bien ahora que se me pasen los calambres. Respiro hondo, y repito lo de enjuagarme e hidratarme. Pero el haber chocado con la plataforma me permite reflexionar de que el mareo me afecta. Pero tengo que seguir. Así que espero un poco a que me pase y sigo.
Comienzo a contar las boyas y trato de sacar las cuentas. Si las boyas están cada 400 metros y estoy en el kilómetro siete y medio ya solo me faltarían ¿cuántas? La del kilómetro 7900, 8300, 8700, 9100, 9500 y la meta. Voy nadando y el mareo se hace más intenso, intento vomitar, pero no puedo, no tengo nada en el estómago, ni agua. Así que sigo, intento no parar, lo único que quiero es poner mis pies en tierra firme y no sentir el vaivén de las olas.
En ese momento sé que no es así, pero siento que todas las embarcaciones menores pasan junto a mí, y hacen las olas más altas a su paso, o al menos es así como lo siento. Siento cada lancha como pasa y como alzan olas alrededor mío que interrumpen mi concentración y mi ritmo. Pero poco a poco voy pasando las boyas, una, dos tres, cuatro y ahí a 500 metros de la meta, que me parece un tramo largo, largo, veo a una kayakista y le pido agua y junto a ella está un chico agarrado con fuerza de su boya que se rehúsa a nadar. Está mareado y no quiere agua, no quiere subirse a la lancha y no quiere nadar a la meta. Está enojado y no quiere nada. Trato de hablar con él, de animarlo a que nade o que tome agua, pero no logro convencerlo de nada. Pues me resigno y sigo mi camino, son 500 metros pienso, ya no es tanto, pero son los 500 metros más largos que he sentido en la vida. Sigo teniendo ganas de vomitar, pero pienso en la pena que me daría vomitar tan cerca de la meta donde podrían verme. Así que con todas mis fuerzas me aguanto y sigo nadando, estoy deseando que la profundidad sea menos para poder poner un pie en la arena, pero ese momento parece no llegar. Hasta que por fin, puedo levantarme del agua, poner un pie en la arena y caminar hacia la meta. En la meta ya me están esperando los abrazos, mis amigos y familia.
Al llegar a la zona de recuperación, mareada, cansada y sintiendo el ardor en la nariz y en la lengua debido a la sal, con los ojos hinchados y las manos arrugadas, volteo atrás y al ver ese mar tan azul y tan bello solo pienso ¡sí, sí lo vuelvo a hacer!





Por fin, tierra firme.




Mi tiempo y mi distancia
Amigos y participantes del mismo equipo COMUDE León




Nado en la Isla San José, Baja California Sur

  Nado en la Isla San José, Baja California Sur Hay un campamento en La Paz, ¿quieres ir? Me preguntó mi amiga Gaby. ¡Pero por supuesto qu...